A las 7:30 tenía que estar en Punta del Este, así que me
puse el despertador a las 6 a.m. y salí de la chacra súper temprano. Por
suerte, porque en la ruta había mucha niebla, no se veía a 30 metros. Nada. No
se veía nada. Y si llegaba tarde, Marta, la señora que estaba quedándose a
cuidar a mi madre, perdía el único ómnibus que tenía en la mañana para regresar
a su casa. Me encanta la niebla, para filmar o hacer fotografías, pero no cuando estoy manejando, y menos estando
apurada… recuerdo viajes con niebla por
rutas del Uruguay en las que hacía de acompañante, y el terror que sentía
porque mi ex manejaba a una velocidad riesgosa para esa visibilidad. El vértigo
de entrar en una nube espesa de niebla, en un auto a demasiada velocidad como
para hacer una maniobra urgente e imprevista. A ciegas, prácticamente.
Almorzamos en Los limoneros, la chacra de Marcelo, mi
hermano. Estuvo muy lindo, rico y divertido. Comimos demasiado, como siempre.
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