miércoles, 17 de junio de 2015

04 de junio de 2015, jueves.



Nos levantamos muy temprano, queríamos filmar el Río Cuarto con niebla,  y la niebla, si hay, se puede encontrar en los bajos, de mañana temprano antes de que el sol caliente. Intentamos llamar un taxi (es una ciudad relativamente pequeña, 120.000 habitantes, algo más grande que las ciudades más grandes del Uruguay, que apenas pasan los 100.000 habitantes. Pero, a diferencia de las ciudades del interior del Uruguay, Villa Mercedes está llena de taxis. Hay taxis por la calle. Increíble, los uruguayos no estamos acostumbrados a eso. Incluso en Montevideo hay pocos taxis, si necesitás tomar un taxi lo mejor es llamarlo por teléfono, porque podés caminar 10, 15 cuadras o más sin que pase uno. Y en el interior, imposible. Encontrar un taxi por la calle es muy poco probable. Menos, sin pasajeros. Bueno, se ve que hay taxis porque la gente los usa. No logramos conseguir uno, el conserje del hotel estuvo un buen rato llamando pero todos los teléfonos de los fonotaxis estaban ocupados. Decidimos ir caminando, el río estaba a 8 cuadras, nos dijeron. Caminamos apuradas, la niebla, si está, puede desaparecer de un momento al otro. Cuando estábamos bastante cerca del río (el puente se veía a lo lejos), paró un taxi un poco más adelante, bajó una mujer y nos apuramos para preguntarle si quedaba libre. Nos dijo que sí, nos subimos. Le explicamos lo que queríamos hacer, y nos llevó a la otra margen del río, vimos un lugar que nos gustó, era un predio que tendría unos 300 metros de campo desde la carretera hasta el río, era una discoteca (dijo el taxista) pero cerrada a esa hora de la mañana… nos bajamos con las cámaras y él fue a dar la vuelta por los accesos. Caminamos con Gaby unos 80 metros hacia el río, cuando sentimos ladridos, miramos y había un montón de perros que empezaron a pararse y a ladrar, y se venían hacia nosotras. Disimulando el pánico, los amenazamos con gestos, y nos retiramos caminando (y aguantando las ganas de salir corriendo) hacia la ruta. A medida que nos alejábamos, volvían a sus lugares, más tranquilos. Subimos al taxi y le explicamos al chofer, que nos llevó hacia un lugar que era público. Por fin bajamos, filmamos, un lugar muy lindo pero bastante contaminado visualmente. La niebla no llegó. Había un poco de bruma pegada a la superficie del agua, y se veía a lo lejos.
Volvimos al hotel, a desayunar, bañarnos y encarar el día. Gaby habló con Daniel, el baqueano, y combinaron que nos encontrábamos en su casa, a las doce y media, para salir hacia el sur. Él, a partir de los datos de costos que le dimos, se encargó de conseguir el vehículo que nos llevaría.
Hicimos el check out, dejamos el equipaje en la conserjería y nos fuimos hacia la dirección que nos habían dado, estaba a unas 10 cuadras del hotel, según los planos. Caminamos por unas calles, siguiendo el plano, hasta llegar a unas calles de tierra, parecía que se terminaba la ciudad. Pero no, en una esquina  vimos al Sr. Daniel con su mujer y otra persona… Increíble. Era el taxista charlatán que nos había paseado por Villa Mercedes buscando un hotel. No nos gustó demasiado, aunque no lo dijimos, yo sabía que Gaby no estaba entusiasmada con el encuentro y ella también sabía que me pasaba lo mismo. Pero en fin, estábamos ahí, y ahí íbamos, a buscar las imágenes para el video. El taxista charlatán se portó bastante bien durante el viaje. (Estoy sentada en el living de mi casa, armando el relato, y levanto la vista y me encuentro con Abuba, sonriéndome desde arriba. Le sonrío).
Y fuimos. Conseguimos imágenes. Nos trasladamos a un lugar sin tiempo. La tierra, la vegetación nativa, los pastos secos, la laguna. Los árboles secos. Transparencias. Los pájaros que vuelan. Los lugares, y los tiempos. El olor. La tierra. Las cámaras listas, registrando. Qué hacer, como imaginar un afecto, dejar que aparezca, que se genere la imagen. A través del lente veo primeros planos, planos generales, imágenes abstractas que generan los juncos, el agua, los árboles. Son bellas imágenes, es lo que buscaba. Buscaba lo que me estuvieron diciendo las imágenes, y las imágenes, a su vez, me señalaron lo que buscaba. Todos los sentidos alertas recibiendo signos, traduciendo signos en imágenes. Traduciendo imágenes en signos. Qué imágenes sugiere este afecto, este sentir. Desde las imágenes, desde los signos, desde los sentidos, fue como si todo se expandiera, la mente se expande y celebra la unión de los afectos con los signos, con las imágenes. Formas. Amores. Vida. Una felicidad inmensa.
Hasta ahí (y más cosas pasaron que ahora no tengo ganas de contar) la internación al sur, a la frontera, al desierto. A un lugar que parece conservar la memoria, rastros, que imaginamos casi intacto, casi como era, sin huellas notorias de los ciento y pico de años que pasaron. Buscando imágenes. El resultado de la búsqueda será el video. Y la búsqueda nos dio mucho.
Horas después estábamos en Villa Mercedes, agotadas. Y teníamos todavía 8 horas por delante. Sin haber podido descansar, darnos otra ducha, tirarnos un rato en una cama. Fuimos un rato a trabajar a la sala, recibir correo, enviar correo,  internet, y enseguida decidimos dar una vuelta, comprar alfajores típicos para llevar de regalo, cositas. Y salimos, compramos algunas cosas, nos topamos con un lugar donde vendían unos alfajores muy famosos y buscamos algún lugar acogedor para tomar un café, descansar y reponer fuerzas. El pronóstico más seguro de nuestro futuro inmediato era trabajar en la sala del hotel hasta las 2 de la mañana. Caminábamos buscando el café cuando sentimos una vos que dice “¡Teresa!”. Muy extrañadas, aunque ya nos guiaba una sintonía mágica, nos damos vuelta y nos encontramos con una cara agradable, que nos explica quién es (Claudio, un contacto que había hecho desde Montevideo por facebook- pero que no nos habíamos visto nunca). Claudio nos invitó a cenar, organizó un delicioso asado, nos fue a buscar por el hotel, y de madrugada nos llevó a la Terminal de autobuses. Así finalizó nuestro viaja al sur de la provincia de Córdoba, de la forma más maravillosa, encontrándonos con un apasionado de la historia de su ciudad, Villa Mercedes, su mujer y uno de sus hijos. Fue un personaje indispensable en la búsqueda. Sin Claudio, sabemos que nada de esto hubiera sucedido. Fue muy emocionante habernos encontrado con  una persona tan sensible y generosa, y tan apasionado por la historia de los Ranqueles. 































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