En ese viaje de vuelta, dormimos, dormimos, dormimos. Cuando
llegamos a Córdoba, cerca de las 8:30 am (ningún autobús de los que tomamos
cumplió con los horarios de llegada) decidimos dejar el equipaje en la Terminal
y pasar a buscarlo de paso al aeropuerto, para no depender de ese ítem.
Habíamos hablado con Federico y no había problema den dejar el equipaje en el
apartamento, pero recién podíamos dejarlo después de las 11 am. Eso nos anulaba
la mitad de la mañana, nos obligaba a un traslado desde la terminal al barrio Guemes,
y luego la vuelta al barrio a tomar un taxi al aeropuerto. Decidimos hacer algo
menos complicado, dejar el equipaje en la terminal pasear por la ciudad y
volver a la terminal y tomar desde ahí un taxi al aeropuerto y fin del viaje. Y
estar sábado y domingo en Buenos Aires, y procesar lo que pudiéramos. Paseamos
un rato por Córdoba, encontramos el Hospital San Roque, donde nació mi madre,
increíble. También encontramos una calle, a un costado de la catedra, que
estaba –parecía adornada con guirnaldas que la cruzaban de lado a lado. al
acercarnos, nos dimos cuenta de que las guirnaldas no eran guirnaldas, eran
como pasacalles con fotos de personas, y, por es aspecto, de desaparecidos. Muchas
coincindencias. Nos quedamso impactadas, y entramos a un lugar que había sido
algo “del Buen Pastor”, y ahora era un memorial de los desaparecidos, ex-lugar
de detención de detenidos-desaparecidos en Córdoba. Entramos, daba escalofríos.
Estaba conservado como había sido encontrado. Tenía testimonios, fotografías,
ropa, sudores, gritos, penas y masacres. Crueldades. Todo estaba ahí. Y todo
era como un paralelo con el genocidio indígena. La historia se repite, frase
trillada. ¿O la repiten? Almorzamos, volvimos a la Terminal, rescatamos el
equipaje (que esa es otra historia) y nos fuimos al aeropuerto en un taxi…
Richard le había dicho a Gaby que fuéramos temprano al aeropuerto, que en
Buenos Aires había problemas, había niebla, vuelos cancelados. La niebla convocada
recién había llegado, increíble. Y había llegado a Buenos Aires, desde donde
había sido convocada. Pero en fin, no hubo niebla en los registros, y por algo
fue, y creo que todo lo que sucede en instancias como éstas, hay que
respetarlo.
Después, caos, vuelos cancelados, horas de colas esperando
confirmaciones, gente enojada. Al final, nos confirmaron en un vuelo al día
siguiente, de tarde. Por suerte pudimos comunicarnos con Federico y tenía el
apartamento disponible, así que volvimos, salimos a cenar como si fuera lo
mejor que nos había pasado. El barrio donde estábamos está lleno de boliches y
restaurantes. Cenamos en un lindo restaurante cerca del apartamento, muy súper,
comimos muy bien, después de días de sándwiches. Nos fuimos a dormir, muy
cansadas.
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