jueves, 16 de abril de 2015

08 de abril de 2015, miércoles.



Iba a ir al fac, me dormí, me desperté 19:30, la noche anterior me quedé trabajando hasta tarde, así que cuando escuché el despertador lo apagué sin acordarme de nada, con un gesto automático, me tapé la cabeza con la almohada y seguí en el mundo de los sueños un buen rato más. A veces me cuesta volver a la “realidad”, de tan convencida que estoy de la realidad del sueño.
Me quedé pensando en la razón por la que me enojé con la peli de anoche, y cuando hoy de mañana salí a caminar tuve tiempo de pensarlo. Hace años (más de 30), leí en una revista Humboldt –todavía me acuerdo- una frase que más o menos así decía esto; los ojos de los asesinos son iguales a los ojos de los inocentes. Esa frase me impactó mucho, y me sigue impactando, la nota hablaba de un exterminio, un genocidio, no recuerdo bien cuál, hubo tantos...
Y para mí, es claro que no se puede ser inocente. No a determinada edad, con determinados medios económicos y sociales para mirar, solamente mirar un poco, un algo, para el costado y no mirarse a sí mismo todo el tiempo. Me harta esa cantinela –bueno, hay que ver qué infancia sufrieron, qué falta de amor tuvieron que soportar, qué soledades y sentimientos de abandono, etc…  No se puede cerrar los ojos y no ver. Es irresponsable que alguien lo haga. Es irresponsable y criminal la actitud del rubio lindo de la película. Es una visión eurocéntrica, tan primer mundista que me exaspera. No se puede ser un ser humano y actuar como si fuera un caracol –creo que ni los caracoles, que están lejos de tener sentimientos, serían capaces de vender a sus hijos.  Para comprar una campera… o tomarse un café y un par de sándwiches… No. Y no. No se puede ignorar  la forma en cómo está hoy el mundo, las injusticias terribles que suceden a diario, hora a hora, con niños que mueren y mujeres y niños violadas y torturadas… no se puede ser inocente, no tenés derecho a ser inocente, no existe, no ver es no querer ver. Puedo entender que un niño de Kenia no tenga ni idea de lo que está ocurriendo en el resto del mundo. Pero no que unos jóvenes franceses, por más “marginales” que sean, cierren los ojos. No son inocentes, son cómplices de asesinato.








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